El sol de la mañana de este domingo tempranero, me levanté a las ocho, da sobre mis ojos, apenas puedo escribir, pero me gusta, me encanta tener estas ventanas que dan al este, donde descubro cada día el amanecer.
Ya en la madrugada, desde mi habitación que tiene la misma orientación comencé a notar cuándo comienza el día y tengo tan frágil el sueño que esos pequeños rayos de sol que se filtran delgadísimos y escudriñadores entre las maderitas de mi persiana ya comienzan a despertarme, como diciéndome ¡ya es hora! ¡la vida es corta! ¡tenés que vivirla desde ahora!
Y por más que hago esfuerzos por quedarme porque es domingo y porque mi frazada bien gruesa y rosada y mi cobertor bien liviano pero abrigado me tientan también, termina ganando el sol y ya me levanto.
Ojalá pudiera retenerlo como está en este momento, si levanto la vista del teclado me da justito a la altura de los ojos y es tan tibio todavía que hasta puedo divisar su enorme redondez. Lástima que a esta hora parece que pasara más rápido que nunca y en tan solo unos minutos ya estará alto mostrándose altivo como el rey que es.
Va a ser un lindo día, un hermoso domingo de sol. Debería diagramar una salida, un lugar donde pasarla bien. Porque en realidad debería ir a visitar a mi mamá, pero debo ser sincera, no la paso bien con ella, nunca tuvimos una buena relación y ahora está más difícil que nunca remontarla. Ya sé que está bien. Prefiero no ir.
Pero si me gustaría que alguien me invitara a algún lado. Ah.. eso sí, me puse cómoda y requeriría que me vengan a buscar en auto, luego me gustaría ir a desayunar al cenro un rico café express, luego ya cercano el mediodía pasearía por la Costanera Sur, aunque hace un poco de frío, bien abrigada con mi nuevo tapado y alguna de mis lindas bufandas creo que estaría bien cubierta y desde allí, caminar, caminar, caminar mucho por todas las calles que pudiera de Buenos Aires. Pasear por Corrientes, es hermosa en domingo, hasta diría que puedo cruzar a mitad de calle, no se debe, pero en domingo se puede, esta vacía!
Seguir recorriendo con mi hipotético acompañante las callecitas angostas de San Telmo, volver a tomar un café y luego sí ya enfilar hacia el centro a buscar un buen restaurante donde pueda comer un rico asado, o mejor una buena parrillada. Ya que me voy a salir de la dieta que sea con todo. De postre ensalada de frutas y quedarnos un largo rato conversando apoyados sobre el alféizar de una ventana que de al sol que ya pasó por el centro mismo del cielo y comienza su vuelta hacia el horizonte, esta vez hacia el oeste, para ir dando despacito lugar a la entrada de la tarde primero, cargada de sol todavía a eso de las tres y ya para las cinco estará bastante bajo tratando de huir hacia el este, a darles su calor y su color a los chinos y japoneses, ya que aquí como estamos en otoño avanzado casi invierno, el sol se esconde muy tempranito y a veces son las cinco y media de la tarde y ya casi no se lo ve.
A esa hora me gustaría que busquemos un buen lugar para poder ver la puesta del sol, aunque es un poco difícil, Buenos Aires mira al este y todo lo demás está construído.
Bueno, algún resquicio encontraríamos y allí calentitos dentro del auto ver y sentir como la noche nos va envolviendo poco a poco.
Este sería el momento apropiado para unos mimos, unos besos y unos abrazos de mi acompañante que a esta altura no puedo negarlo sería el de siempre, sería mi amor, sería el hombre que amo y que está tan lejos que por eso tengo que soñar todo esto, porque es imposible que se pueda realizar, está a muchísimos kilómetros, pero la distancia mayor es un hecho y es que es casado, lo cual por supuesto limita aún más nuestras posibilidades de vernos con todo ese tiempo que he descripto para nosotros.
Pero como soñar no cuesta nada, seguiré haciéndolo con todo el entusiasmo de una jovencita.
Luego de esa sesión de mimos, me encantaría que eligiéramos una buena película y vayamos al cine en el horario temprano para no estirar el regreso más allá de las diez de la noche, ya que mañana hay que trabajar.
Miraríamos la película abrazados y luego sí me traería nuevamente a casa porque ya el domingo soleado y hermoso se terminó, pero no lo dejé pasar por alto, lo aproveché haciendo todo lo que me gusta y lo más importante, junto al hombre que amo.
Regreso a la realidad. Tardé en escribir esta historia imaginaria el tiempo necesario para que el sol ya empiece a esconderse detrás del tronco de mi árbol que está en mi jardín, ya subió la mitad de la ventana.
Yo creo que es en este horario del día cuando uno realmente se da cuenta qué rápido pasa la vida.
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